domingo, 31 de octubre de 2010

Escolopendra



Un animal cuya sola presencia -en realidad, ni siquiera me hace falta verlo, me basta con imaginármelo- me produce escalofríos, temblores, sudoraciones... toda la gama de síntomas asociados con las fobias: la escolopendra.
Incluso, creedlo, me está costando un disgusto escribir su nombre ahora mismo.
Pero sólo escribiendo su nombre puedo intentar vencer esta fobia.

sábado, 30 de octubre de 2010

Miguel Hernández (Romancillo de mayo)


Romancillo de mayo

Por fin trajo el verde mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas.

Al verlo venir se han puesto
cintas de amor las guitarras,
celos de amor las clavijas,
las cuerdas lazos de rabia,
y relinchan impacientes
por salir de serenata.

En los templados establos
donde el amor huele a paja,
a honrado estiércol y a leche,
hay un estruendo de vacas
que se enamoran a solas
y a solas rumian y braman.

La cabra cambia de pelo,
cambia la oveja de lana,
cambia de color el lobo
y de raíces la grama.
Son otras las intenciones
y son otras las palabras
en la frente y en la lengua
de la juventud temprana.

Van los asnos suspirando
reciamente por las asnas.
Con luna y aves, las noches
son vidrio de puro claras;
las tardes, de puro verdes,
de puro azul, esmeraldas;
plata pura, las auroras
parecen de puro blancas
y las mañanas son miel
de puro y puro doradas.

Campea mayo amoroso;
que el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en aire ronda faldas...


Ver y escuchar aquí

Traviesos animalillos



viernes, 29 de octubre de 2010

Rosa



Rosa

en la frescura de la palabra nieve y la palabra agua,
en la acrobacia galante del colibrí,
en la felicidad de la perla en el cuello de las amantes,
en la inocencia de la campesina y el músico,
en la rosa intocable del poema,
en lo incomprensible del mandarín y su caligrafía,
en el abandono lento de los apeaderos,
de la geografía de los bazares de Oriente.

jueves, 28 de octubre de 2010

"Siltolá", suma y sigue

Los lectores de poesía, los amantes de los libros hermosos y bien hechos, estamos -otra vez- de enhorabuena.

Ediciones de la Isla de Siltolá, la cada vez más consolidada y prestigiosa editorial de Sevilla, acaba de poner en las librerías a disposición de los lectores, 4 nuevos títulos 4, en su estupenda colección de poesía.

Emergencias, Memoria del paraíso, No quieras ver el páramo, y Treces elegías y ninguna muerte, de los diestros Jesús Tejada, Corina Dávalos, Antonio Serrano Cueto y Enrique Baltanás, respectivamente, saltan al albero del papel impreso dispuestos a lidiar en el siempre complicado ruedo poético.







Con el maestro Javier Sánchez Menéndez al frente, sólo cabe esperar que la faena emprendida por la valiente cuadrilla llegue a buen término sin percances, para solaz y disfrute del respetable.

Va por ustedes.





miércoles, 27 de octubre de 2010

Cementerio Alemán (10)



IN MEMORIAM ERNS RDUCH
(1909-1944)


El azar se ha mostrado generoso conmigo.
Cuando se tambalean los cimientos
de mi mundo y del mundo
y el lodo anega el corazón de Europa,
¿cabe mejor destino
que no seguir viviendo para verlo?


José Luis García Martín (Treinta monedas)

martes, 26 de octubre de 2010

Una copla de payador


La escopeta de mi abuelo
(Mario Pino)

Mi abuelo se iba a cazar
y preparó su escopeta;
con una buena bagueta
por dentro la entró a limpiar.
De nuevo la quiere usar
pues de tenerla guardada,
está tan amojosada
y dura como una suela:
desde que murió mi abuela,
no la ha tocao para nada.

Tiene que tener mucho ojo,
revisarle bien la junta,
pues dice que hasta la punta
se le ha taponeao con "mojo";
que tiene el seguro flojo
y el gatillo mueve a gatas,
que va a costar mucha plata
pa' completar esa hazaña;
si hasta con tela de araña
se le ha ensuciao la culata.

Dice que antes bien andaba
aun cuanto vivía la vieja;
sin tener ninguna queja
de vez en cuando probaba.
Muchas veces gatillaba
y el tiro no le salía,
pero él, que ya la entendía,
de nuevo la preparaba;
entonces, ´onde gatillaba
a caño lleno escupía.

La púa que está gastada
ya no martilla como antes,
y en vez de ir pa'delante
pa'trás se vuelve arrollada.
Él le pegó una estirada
pero se quedó ahí nomás,
y tiene miedo además
de que el caño no le aguante,
y en vez de ir para adelante
le reviente por atrás.

Cuando mi joven abuelo
la tenía bien completa,
daba gusto su escopeta:
entonces le andaba al pelo.
Le desparramaba al vuelo
sin andar con precauciones;
es que en esas ocasiones
andaba bien el martillo:
ni bien tocaba el gatillo
saltaban las municiones.

Y antes sí que pateaba;
pero mucho más que ahora.
Como era tan pateadora,
a veces miedo le daba.
Un día apuntando estaba,
apretó el gatillo y ¡zas!:
lo hizo caer pa'tras,
y según cuenta mi abuelo,
que en cuanto lo vió en el suelo
le dio diez patadas más.

Él dice: "Por más que sea,
no tiene la fuerza de antes”.
Él gatilla muy campante
pero ya ni se mosquea.
Como casi no patea,
él apunta sin cuidao,
y cuando le ha gatillao
aunque le parezca extraño,
por el olor que echó el caño
se dio cuenta que ha tirao.

Pero ni la quiere usar,
ni maltratarla tampoco;
la va a limpiar otro poco
y después la va a guardar.
No saldrá más a cazar
y se arrepintió enseguida;
dejó su vista tendida
sobre el verdoso paisaje,
recordando los pasajes
de su escopeta querida.


lunes, 25 de octubre de 2010

Tuareg


Tuareg

Dátiles, dagas y dunas.

El hombre azul se yergue despacio
y contempla la noche que confunde
la materia del cielo y las arenas.

Mañana, el sol hará caminos de oro
y las ubres de las camellas
serán la sal de la vida.

Hoy, quieto en el minuto triste
de las bestias que mugen en lo oscuro,
pernocta en la paz perfecta.

Elías Moro (Inédito)

domingo, 24 de octubre de 2010

Hallazgos

El proceso de expurgar tu biblioteca, esa que vas formando y construyendo libro a libro, miguita a miguita, y a menos que seas un ser sin corazón, siempre es un asunto doloroso: cada libro desechado te produce un desgarro, cada página, cada capítulo, cada poema que abandonas a una incierta suerte, te arranca una lágrima.
Desgarro y llanto a los que nunca terminas de acostumbrarte.

Antes de apartarlos en el montón destinado al desahucio, tengo la costumbre de revisarlos uno a uno para ver si entre sus páginas queda, remoto e intemporal, algún vestigio: notas manuscritas, recortes de periódico, esa fotografía o postal que estaba a mano cuando interrumpiste una lectura que ya nunca volviste a retomar, el aroma antiguo y aún fragante de una flor ya seca y quebradiza…

A veces, ese proceso te depara sorpresas y alegrías, gozosos hallazgos, más felices aún por inesperados, en forma de documentos perdidos, páginas amarillentas que suscitaron en ti un antiguo interés que ahora retorna, o unas simples fechas y nombres que ponen en tus ojos un añejo y benevolente brillo de añoranza.

Hallazgos como estos textos que transcribo a continuación, y que estaban ocultos en una página doblada por la mitad entre dos poemas de un libro de cuyos nombres en la cubierta del mismo, título y autor, no quiero acordarme.

No hay referencias explícitas en ella, pero por el aspecto de la página me aventuro a conjeturar que acaso sea de algún viejo número de la revista Barcarola, de Albacete.





Galería de honestos criminales

Luis de Alvaruelo, posadero en Tolosa. Asesinaba peregrinos y los adobaba con escogidos condimentos. Era servicial y respetuoso. Sólo mataba peregrinos de regreso y únicamente los servía a los peregrinos de ida, que así eran fortalecidos en su viaje por las indulgencias ganadas por las víctimas ante la tumba del Apóstol.

Monsieur Lucien de Métivière, notario jubilado y condecorado con la Legión de Honor. Estrangulaba niños en el Parc Monceau. Lo hacía por ahorrarles las penas y decepciones de este bajo mundo. Hay quien opina que no es digno de figurar en esta galería porque la diferencia en el trato dado a sus clientes revela una cierta misoginia: Asfixiaba a los niños con lazo de seda, y en cambio ahorcaba a las niñas con el áspero cáñamo de sus saltadores.

Gobenheim Kleber, alemán, pacifista y soltero. Su odio a la guerra le llevaba a matar oficiales, incluso de la reserva. Empleaba una bayoneta de reglamento y los apuñalaba por la espalda. No por cobardía, sino para no ver ni su rostro ni su sufrimiento y así reducirlos a simples uniformes. De esta manera su sueño era tranquilo, pues no lograba considerarse homicida. Otra cosa revelaba en él al hombre de firmes convicciones: sabía que lo más deshonroso para un militar es morir herido por la espalda.



Lord Gerome Bertram. Quedó reducido a la más extrema pobreza, y el respeto a su título y condición le hacía demasiado orgulloso para pedir, no ya limosna, sino tan siquiera ayuda. Alimentaba a su jauría, a la que profesaba un gran afecto, con la carne de sus antiguos colonos. Sus únicos escrúpulos estaban relacionados con el peso de sus víctimas. Fue decapitado con espada, como corresponde a un noble.

Mutalid, Califa. Se retiró del trono y de las sangrientas luchas que sostuvo para conquistarlo. Dejó al frente del reino al más amado de sus hijos y pasó a dedicarse al cultivo de las flores. Su pasión eran las blancas y perfumadas rosas de Persia. Sus jardines se extendían por todo el amplio valle de Sájera y llenaban las noches y los días con su maravilloso aroma. Cantores y poetas celebraban el prodigioso vergel y, si el Profeta hubiera permitido la pintura, miles de cuadros hubieran intentado reflejar aquel ensueño. Mutalid sembraba sus rosales en los cráneos de aquellos que, en un tiempo, fueron sus enemigos.
 
Joaquín Barceló (1942-2003)

sábado, 23 de octubre de 2010

Arenques, Snoopy y carburo



Me acuerdo de la simetría radial de los arenques en aquellas cajas de madera a las puertas de los colmados.




Me acuerdo de Snoopy (la bufanda al viento, casco de antiguo piloto) soñando con gestas aéreas.




Me acuerdo de que las lámparas de carburo daban una luz escasa, macilenta y temblorosa, una luz como para ocultar el sufrimiento de los rostros.

jueves, 21 de octubre de 2010

Espaldas (2)



El sol dibuja en tu espalda jeroglíficos de deseo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

2 presentaciones (Viñals - Urceloy)



Caballo en el umbral - Antología poética (1958-2006) José Viñals
ERE, 2010

Jueves, 21 de octubre, 19,00h.
Sala Nueva del Círculo de Bellas Artes (Madrid)

Presentan los antólogos Benito del Pliego y Andrés Fisher, y Luis Sáez, director de la Editora Regional de Extremadura.

Lectura de poemas a cargo de Carmen Camacho, Esther Ramón, María Salgado, Ernesto García López, Juan Soros, Jordi Doce y Elías Moro.



En el nombre del pan

Quizá su nombre sea el nombre del hambre. Quizá no sea el símbolo de todos los alimentos sino la representación de todas las hambres. Quizá no sea una respuesta sino una pregunta. Quizá pueda ser multiplicado.

Quizás ella no sea el amor sino quien ayuda a amar. Quizás ella sea la que alimenta el hambre, la que propone el pan, la que multiplica las preguntas. Quizás ella sea el hambre del hambre, la que reunifica el pan.

Quizá la vida no ha comenzado todavía. Quizá su nombre sea una de las conjeturas de lo posible. Quizá sea la pregunta de las preguntas. Quizá sea lo único que sucede. Quizá pueda ser revelada.

Quizá Dios sea el verdadero usurpador del pan, la única respuesta premeditada por la muerte. Quizá pueda ser detitutido por la pregunta de las preguntas. Quizá vuelva a ser hombre.

Quizás el hombre sea la única revelación posible.

Quizá se necesite a Dios para descifrarlo. Quizás el amor. Quizá la vida.

José Viñals





Harto de dar patadas a este bote (90 sonetos)
Jesús Urceloy
de la luna libros, 2010

Viernes, 22 de octubre, 20,30h.
Centro Cultural Alcazaba (Mérida)


La presentación correrá a cargo de Elías Moro.


Soneto desnudo para ella

porque me vienen grandes los zapatos
porque me agreden las mañanas frías
porque me gusta desnudarla a ratos
y verla cómo duerme algunos días

porque quiere cambiarme los retratos
poner en orden las estanterías
y ocultar sin tardanza algunos datos
que endulzan poco nuestras biografías

porque no sirve ya la lavadora
porque hay tantos sombreros como abrigos
porque en áfrica aún quedan elefantes


porque me besa cuando da la aurora
y me cuelga si quedo con amigos
porque existe un después después del antes

Jesús Urceloy

martes, 19 de octubre de 2010

Poemas plagiados (4)



Moda náutica (57)

Es saludable consejo que antes que embarque se haga alguna ropa de vestir que sea recia y aforrada, más provechosa que vistosa, con que sin lástima se pueda sentar en crujía, echar en las ballesteras, arrimarse en popa, salir a tierra, defenderse del calor, ampararse del agua y aún para tener para la noche por cama; porque las vestiduras en galera más han de ser para abrigar que no para honrar.

(Del tratado De muchos trabajos que se pasan en galeras, escrito por Fray Antonio de Guevara en 1539).




Botella al mar (59)

Tú escuchas la voz del que te quiere,
tú escuchas los pájaros cantar,
tú escuchas las abejas en el aire.
Todo eso tus oídos pueden escuchar.
Oyes los gozos de la música,
los violines, las arpas, las zarabandas,
y hablar del amor y de la política,
de mil cosas pequeñas y muy grandes.
Todo eso se encuentra bajo llave
para nosotros. Absolutamente, para siempre.
¿Puedes imaginar un mundo que siempre calla?


(Poema impreso en siete idiomas, junto a un alfabeto manual, que un sordomudo repartía en la Costa del Sol española en el verano de 1980, solicitando, a cambio, “la voluntad de los turistas”).

Esteban Peicovich

lunes, 18 de octubre de 2010

De varia lectura(1) Almanak



Almanak de Rodolfo Franco es un compendio de poemas ludolingüísticos y textículos (palíndromos, anagramas, empotres, máximas, greguerías, retruécanos, haikus, tautogramas, poemas monovocálicos, etc...) distribuidos con discernimiento sobre el calendario del año bisiesto de 2064. Cada doble página representa una semana de este año y cada día de la semana va asociado a un tipo de composición poética, siendo en su totalidad Almanak la suma de 865 entradas, 72 de las cuales son poemas visuales. Un concepto transpoético de escritura dedálica y metapoesía neomanierista en un libro total: estructura y diseño son también obra del autor.


Almanak se presenta este próximo miércoles, día 20, a las 20,15 h. en el Centro Cultural Alcazaba, C/John Lennon, 5, de Mérida.

Maestro de ceremonias: el gran Antonio Gómez.

domingo, 17 de octubre de 2010

Postal desde Lisboa


He tomado un licor donde el poeta aliviaba el desasosiego. Paseo por el Bairro Alto y me detengo a mirar con asombro los viejos escaparates llenos de ruinosos cachivaches. En una esquina, bajo un cielo de cornisas y balcones de hierro forjado, alguien sin edad ofrece periódicos atrasados, libros antiguos y cartas polvorientas de amor con una letanía barroca de mercachifle. Le compro esta postal donde te escribo, y al pagarle me devuelve una sonrisa que vale por lo menos mil escudos. Veo partir los tranvías y tomo uno de ellos -diminuto, de madera y bronces- que desciende con parsimonia por una calle en cuesta que se precipita al puerto. Compro tabaco en un lugar que ha soportado cien guerras, un túnel oscuro en Rossio con aroma a siglos y frescos como de angelotes pintados en el techo. Con una bolsa de hule en las manos pasa una vieja enlutada por la pena. Viene, desde alguna ventana, una música triste y suave, un olor a herrumbre y sal impregna el aire.

Anochece, mi amor.
El mar de paja me moja los pies
y atracan mansamente los últimos ferrys. 

(De La tabla del 3)

sábado, 16 de octubre de 2010

Uniforme

Uniforme. Vestimenta distintiva, a menudo grotesca, de algunas actividades laborales y/o festivas. Que un portero de hotel luzca pinta de almirante o que un director de orquesta se asemeje a un pingüino, no deja de parecerme un sindiós. 
En muchas de estas profesiones, pero de manera notoria en las referidas a la milicia, y según se van añadiendo grados de distinción en pecheras, hombreras, bocamangas... va disminuyendo de manera ostensible el coeficiente intelectual de quien los luce. 
Caso aparte son los atuendos eclesiásticos católicos (sotanas, casullas, hábitos, túnicas...) y cuya sola visión hace dudar de que sus portadores estén en sus cabales. 
Otros dignos de ser tenidos en cuenta en esta batalla sin fin contra el buen gusto son los que se enfundan los llamados “superhéroes”. 
Pa mear y no echar gota.

viernes, 15 de octubre de 2010

Hoteles y caníbales



Hotel

Nos cruzábamos todas las mañanas a la salida.

Era un tipo despreciable: ni daba los buenos días, ni cedía el paso, ni se disculpaba por sus imperdonables groserías.

Nunca. Con nadie. Por ningún motivo.

Para que os hagáis una idea, tan solo os diré que en menos de una semana se me había hecho completamente odioso.

A mí, que me llevo bien con todo el mundo.


Así que hoy vi el cielo abierto; mientras él recogía el maletín del suelo a media salida, impulsé con todas mis fuerzas la puerta giratoria.

Le sonó el cráneo igual que cuando cascas una nuez.





Caníbal

Para Hannibal Lecter

Decían que estaba tan buena (Es que está tan rica... Está como para comérsela... Está la tía para mojar pan...) que no me pude aguantar las ganas de probarla.

Y sí, tenían razón: estaba de rechupete.

jueves, 14 de octubre de 2010

2 poemas de Antonio Martínez Sarrión



el cine de los sábados

maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con sus mamás que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros


(De Teatro de operaciones)




Crónica fabulosa de Fernando Pessoa

murió el oficinista
tenía una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alveolos de su historia
un hijo de cartón grifos abiertos
que erizaban el vello de los brazos

murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac

según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo

(De Pautas para conjurados)

Antonio Martínez Sarrión


miércoles, 13 de octubre de 2010

El axolotl (o ajolote)


Para Carlos Medrano, que ha vuelto a traerlos a mi vida.

Hace unos días, a raíz de su comentario -un "álogo"-a una de las entradas de este blog (“2 poemas sobre manatíes”), un buen amigo trajo de nuevo a mi memoria un curioso animal del que hacía años no oía hablar: el axololt, o ajolote (Ambystoma mexicanum), un extraordinario representante de la familia de los anfibios, endémico de las cuevas, charcos y lagunas de México.

Cruzamos algún correo sobre el asunto (la fonética y grafía del nombre era distinta para ambos), y me envió un texto de Cortázar (que yo creía recordar en el “Bestiario de Aloys Zötl”, pero que resultó ser de “Final del juego”) donde este extraño batracio es el protagonista absoluto del relato.

Con su aspecto de entre pez y lagarto (sin ser ninguno de los dos) y sus curiosas características morfológicas (dedos con uñas, branquias exteriores como plantas de coral, ausencia de la muda de su piel, ojos sin párpados…), que pueden inducir tanto a la ensoñación como a la pesadilla, es un perfecto candidato para ser trasladado a la gran literatura.

Pero acaso su aspecto más característico es que pueden alcanzar la madurez sexual y capacidad reproductora sin variar su aspecto larvario, por lo que también se le compara con ese personaje literario que es Peter Pan.


Los aztecas le otorgaban la facultad de cambiar de forma para escapar de la muerte. Hasta qué punto sea esto verdad queda a la imaginación y la fábulo o a la credulidad en las leyendas. Lo que sí se sabe de cierto es que tiene la capacidad de regenerar partes de su anatomía externa e interna (cola, patas, ojos, incluso partes del corazón) en pocos días. De ahí, quizá, el mito indígena.

Por mi parte, y en justa correspondencia, hoy le dedico esta entrada sobre ajolotes encontrada en el “Bestiario” del gran Juan José Arreola.


El ajolote

Acerca de ajolotes sólo dispongo de dos informaciones dignas de confianza. Una: el autor de las Cosas de la Nueva España; otra: la autora de mis días. ¡Simillima mulieribus! exclamó el atento fraile al examinar detenidamente las partes idóneas en el cuerpecillo de esta sirenita de los charcos mexicanos.
Pequeño lagarto de jalea. Gran gusarapo de cola aplanada y orejas de pólipo coral. Lindos ojos de rubí, el ajolote es un lingan de transparente alusión genital. Tanto, que las mujeres no deben bañarse sin precaución en las aguas donde se deslizan estas imperceptibles y lucias criaturas. (En un pueblo cercano al nuestro, mi madre trató a una señora que estaba mortalmente preñada de ajolotes).
Y otra vez Bernardino de Sahagún: “… y es carne delgada muy más que el capón y puede ser de vigilia. Pero altera los humores y es mala para la continencia. Dijéronme los viejos que comían axolotl asados, que estos pejes venían de una dama principal que estaba con su costumbre, y que un señor de otro lugar la había tomado por fuerza y ella no quiso su descendencia, y que se había lavado en la laguna que dicen Axoltitla, y que de allí vienen los acholotes”.
Sólo me queda agregar que Nemilov y Jean Rostand se han puesto de acuerdo y señalan a la ajolota como el cuarto animal que en todo el reino padece el ciclo de las catástrofes biológicas más o menos menstruales.
Los tres restantes son la hembra del murciélago, la mujer, y cierta mona antropoide.

 

Juan José Arreola (Bestiario)
Coda: Desgraciadamente, y como muchos otros de sus colegas del reino animal, estos fantásticos seres se encuentran en peligro de extinción gracias, cómo no, a la estupidez humana.

martes, 12 de octubre de 2010

La jodienda...



...no tiene enmienda.

Lo que no me parece de recibo es esa coletilla final de No se puede transferir.

Porque si al tío lo matan, la Lola se queda sin los seis "porvos".

¿Y qué culpa tiene la Lola?

lunes, 11 de octubre de 2010

Paraguas


Como un preso preventivo, sin ser culpable de nada mientras no se demuestre lo contrario, llevo meses atado de pies y manos y encerrado en esta jaula de madera junto a un bastón pretencioso.

Que digo yo que porque sea de caoba y tenga una cabeza de león de marfil, no es como para mirar a nadie por encima del hombro.

Poco a poco, sin que nadie lo notara (nadie me hace caso mientras no llueva) he ido aflojando este grillete de tela que me oprime.

Ya falta menos.

Estoy a punto de lograrlo.

En cuanto lo consiga y me abra de golpe, ya verás tú adónde va a ir a parar este puto bastón.

domingo, 10 de octubre de 2010

Cementerio Alemán (9)



CEMENTERIO ALEMÁN

Ahora estamos mirando
las cruces y los nombres
de más de cien soldados alemanes
caídos por España
(a lo largo de España, quiero decir)
entre el 18 y el 45.
Nosotros
los miramos,
los tres vivos ahora,
ahora y todavía,
con el vigor de unos viajeros
medianamente jóvenes que acaban de comer,
pero más viejos ya que cualquier muerto
de los que aquí reposan.
Ellos,
caídos por España,
están juntos aquí, bajo cien cruces,
en una extraña formación
que fue imposible en tiempos de servicio,
y que ahora nos parece perversamente hermosa
y hermosamente triste,
así, alineados como un solo hombre,
como el cuerpo de un hombre
despedazado para apedazarse.

Ciento treinta soldados alemanes
sin la mutilación de la vejez,
muertos y juntos
desde siempre quizá como muñones
de una patria ilusoria
que aquí, lejos de casa, se ha formado
con jóvenes despojos.
Como un himno hecho solo de silencios.

Un poco más arriba los ampara
el recuerdo de un muerto más ilustre.
También las aliviadas parihuelas
en que viajó el emperador,
apedazadas y deshilachándose,
viven, sin peso ya, su propia ruina.
Y por fin entendemos
que no es la muerte lo que nos iguala
y que la carne
sigue viviendo porque se consume.

José María Micó (La sangre de los fósiles)


sábado, 9 de octubre de 2010

Alce



478. Alce. Nace en la isla Escandinavia. Tiene la apariencia de un caballo grande, pero se distingue del caballo en la considerable longitud del cuello y de las orejas. Pace la hierba reculando, pues tiene el labio superior tan saliente que cubriría con él la hierba, si quisiera comerla avanzando. Tiene las piernas sin coyunturas y, por esta razón, cuando se apresta a dormir, tiene que apoyarse contra un árbol. Los cazadores, que saben dónde acostumbra a dormir, cortan casi todo el tronco de su árbol preferido, y así, cuando el alce viene a dormir, cae al suelo y los cazadores se apoderan de él. Por ningún otro medio lo conseguirían, porque la velocidad de su carrera es increíble.



Bestiario de Leonardo Da Vinci

Imagen: Bernhard Grzimek

viernes, 8 de octubre de 2010

Paisanaje (14) Donato



Al Donato, todo el mundo en el pueblo, principiando por el alcalde y pasando por mocosos y comadres hasta llegar al cura párroco, que según las malas lenguas fue quien se lo puso una tarde de julepe y vinazo, lo llamaba “El Tío Calambres”. Era éste el título de una tonada muy popular el año que Donato vino al mundo, una aterradora y cargante melodía cantada por un tipo grandón y desgarbado que nos vino, en mala hora, del otro lado del charco a dar la matraca a base de bien, y cuyas señas más distintivas no eran, que digamos, su exquisita ni embriagadora tesitura vocal y tipo apolíneo sino unas corbatas horrorosas -a cual más espeluznante- que le llegaban hasta la bragueta y unos mofletes fofos y repelentes en desplome continuo, como dados de sí, perfectos para arreales un buen pellizco a mala leche. O una hostia en condiciones, a ver si se callaba de una puta vez el vocalista ultramarino con la cancioncita del copón. Ya te habrás dao cuenta que en este pueblo -bueno, como en casi todos, creo yo, que levante la mano y tire la primera piedra el que esté libre de pecao- somos muy de poner apodos. Y aunque las monjitas del hospicio -unas brujas, dicho sea de paso, no te fíes ni un pelo de ellas, yo te aviso- lo habían bautizao Donato por el santo del día en que apareció en el torno “berreando como un descosío y cagao hasta las trancas”, como aseguró, implacable y cotilla, la hermana tornera), y Expósito Expósito -éstos por desconocerse el apellido de los progenitores que, según todos los indicios, acaso fueran una pareja de temporeros que apareció por aquí para lo de la vendimia; y vista la tripa con la que ella llegó y lo esbelto de su figura cuando se marchó, no andaría muy desencaminado el rumor aunque “seguro, seguro, la muerte”, que decía mi abuela-), a tenor de la maña que se daba el mocoso con todo tipo de herramientas y utensilios apenas levantó dos palmos del suelo, con “El Tío Calambres” se quedó para los restos. Ya le podías llamar Donato catorce veces seguidas que el tío ni se inmutaba, no se daba por aludido, “pasaba de ti”, como suelen decir los mozos de ahora con su labia insulsa.
Hasta el cartero (un lumbreras, el Ginés, que éste también es para traca) devolvía la correspondencia que le llegaba con su nombre legal, tal era la fuerza del alias. Como no pusiera bien clarito en el sobre “El Tío Calambres”, carta p´atrás, como que mañana es domingo. Coño, no le entregaba ni las del banco, que más de una vez estuvo la tontería a puntito de costarle al Donato algún disgusto de los gordos.

-Pero vamos a ver, Ginés, me cago en la leche que mamaste, que me tienes ya hasta los güevos -abroncaba el Donato al cartero cenutrio en cuanto se topaba con él-. ¿Es que no me conoces de sobra? ¿Sí, verdad? Entonces, ¿por qué coño, me cago en tal, no me entregas las cartas como a cualquier hijo de vecino? Como sigas así, un día la vamos a tener tú yo. Y de las gordas. De las de salir en los papeles. Que tú a las malas no sabes cómo me las gasto. Avisao quedas delante de testigos.
El Ginés, que era más bruto que una acequia, tozudo como una mula y más simple que el mecanismo de un chupete se le quedaba mirando como si le escuchara, pero vamos, en el fondo como quien oye llover o piar a un gorrión: no le hacía ni puto caso. Tu veías la atención que prestaba al discurso -ni parpadeaba el tío mientras el otro le echaba la bronca, que era digno de ver, parecía tal que una estatua cagá por las palomas- y se podría pensar que sí. Pero quiá; pa mí que "El Tampón", como también era conocío el funcionario postal, andaba rumiando en sus cosas -la partidica de dominó de por la tarde en la taberna, el rumor de una próxima subida de sueldo -que ya era hora cojones-, comprar otro par de borregas, darse un revolcón con la Pruden en la era a espaldas del Mariano...- mientras el Donato gastaba saliva en balde soltándole la filípica semana tras semana. Tú sigue, sigue, parecía pensar "El Tampón", que ya haré yo lo que me salga del mondongo y las criadillas. Se dice por ahí, aunque no está confirmao del tó, que lo de escamotearle las cartas era una sutil venganza por el estropicio que el Donato le hizo a un transistor japonés cuando se lo llevó a reparar, que le jodió sin remedio la FM, y al de la saca de cuero se le acabó para siempre el Carrusel Deportivo. Y hasta ahí podíamos llegar, se supone que pensaría el cartero: tú me jodes la radio, pues yo te dejo sin correo. Empate.

Como ha quedao dicho, ya desde bien pequeñito el Donato apuntó más que maneras en el apaño certero de la mecánica minúscula y en la electrónica de andar por casa, en la reparación y ajuste al por menor de los más diversos objetos: desde las varillas de un paraguas a estañar unas sartenes, desde un ventilador a una muñeca, desde una bicicleta a un tirachinas, desde una singer al pomo de una puerta... Todos estos, y más, eran asuntos y cachivaches que no tenían misterio alguno para él. Minucioso y paciente hasta el extremo, no había cacharro, artilugio o doméstico dispositivo que, tras una hábil y precisa manipulación con la herramienta apropiada, no le entregara sus más íntimos secretos como doncella inocente y tontaina seducida por galán bragao. Aunque de vez en cuando, que ya se sabe que el mejor escribano echa un borrón, la cagaba. Mira lo del Ginés y su radio, por ejemplo.

Pero esto, que pudiera parecer escaso de mérito, tiene más intríngulis de lo que a primera vista se barrunta: a ver quién no se ha topao más de una vez con problemas inesperados e irresolubles en el quehacer casero aparentemente más sencillo: colgar un cuadro, cambiar una bombilla, arreglar una ventana o un cajón… Y digo aparentemente porque tós sabemos que estas gilipolleces están sembrás de trampas arteras, que en cuanto te descuidas un poco te machacas un deo o te pegas un porrazo desde la escalera y te descalabras los riñones. Ahora, de donde le viniera al Donato esa afición y habilidad es cosa que se desconoce a ciencia cierta. Sería un don de natura, porque en un convento, como no fuera bordao o repostería (cosa fina, oye, el obrador de las brujas: ¿has probao sus pestiños? ¿No? Pues ya estás tardando, macho. De rechupete, tú, bocatto di cardinale, te lo digo yo, es lo único que hacen bien las joías) o tocar la campana en maitines o vísperas, para lo que no se necesita mucha ciencia, ya me dirás tú lo que iba a aprender el pobre.

Se emancipó de la tutela monjil con la mayoría de edad y, después de regresar de la mili en Regulares (adonde marchó voluntario para escapar cuanto antes de las garras de las sores), con unas perrillas que tenía ahorradas fruto de las propinas de las almas generosas, puestas a buen recaudo de la rapiña de las hermanas con la complicidad de una mocica a la que le tenía echado el ojo -y ella a él-, abrió sin tardanza una modesta industria dedicada a, como él publicitaba con una cierta retórica grandilocuente en un cartelón pintao a mano, "Arreglos y componendas al por menor de todo tipo de género técnico y manual".

Sus señas de identidad eran tres: peto azul mahón sobre camisa de manga larga a cuadros de franela hasta en verano, que ya tiene mérito la cosa con lo que sacude aquí el lorenzo, boina sin capar de la acreditada firma Elósegui y, de manera que nadie se atinaba a explicar cabalmente, un lápiz de carpintero plantao en la oreja derecha durante toda la jornada laboral. Porque como no fuera para rascarse la cabeza o sacarse la cerilla de las orejas con la punta de la mina, nadie, nunca, jamás, le había visto hacer uso legítimo de él.

Dadas su destreza y laboriosidad, amén de su honradez y cumplimiento en los plazos de reparación y entrega del chirimbolo de turno, que vistos los tiempos que corren no es que sean cualidades de mucho éxito (y si no, fíjate en la cantidad de "chapuzas lamentables" que prosperan de manera fulgurante e incomprensible a nuestro alrededor), tuvo su pizca de suerte, esa puñetera casquivana, y no le fue del todo mal en la vida.

Casó con la Lutgarda, muchacha humilde y prudente que nunca dio motivos a las alcahuetas más dañinas para ponerla de vuelta y media, y mira que le tenían ganas desde lo de las perrillas del convento, y fruto de la feliz unión les nacieron tres retoños a los que incluso dio estudios en un colegio de la capital, uno de esos que enseñan oficios y admiten internos.

Le salieron fresador, secretaria y peluquera, por este orden, y de mayor a menor. Nada del otro mundo, que tanto de uno como de otras los hay por ahí a patás, pero honraos a carta cabal. Y que no presumía ni ná el tío de sus vástagos.


La palmó malamente una tarde ventisca cuando se cayó del tejao de la Amparo intentando arreglarle la antena porque decía que no veía el UHF, que sólo salían rayajos y puntitos.

Y qué quieres que te diga, "Bizco"; desde entonces esto, sin él de acá p´allá con su cajina de herramientas a cuestas, no es lo mismo: cualquier día se nos cae el pueblo a pedazos. ¿Pero no ves cómo está tó de abandonao?

Imagen: Matías Vieira 

jueves, 7 de octubre de 2010

Contrahaiku



Sobre el manto de nieve,

gotas de sangre

púrpuras y redondas.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuadernos 2000-2009, Premio Nacional de Poesía



Es difícil y arriesgado -además de un tanto absurdo, a decir de muchos- opinar sobre un libro que no se ha leído. No lo voy a hacer, por tanto.

Como también es delicado discernir si es justo o no que a Cuadernos 2000-2009, de
José Antonio Millares Sall, le concedieran ayer, a título póstumo, el Premio Nacional de Poesía. Pero si los miembros del jurado así lo han estimado, sus buenas razones habrán tenido. Ahora se trata de leer el libro y que cada lector se forme su propio juicio. Pero tengo para mí que han acertado de pleno.


Porque aunque no he leído aún, como antes decía, este Cuadernos de Millares Sall, sí lo hice -y me deslumbró su lectura- con Liverpool, el anterior libro del autor publicado (acaso sería mejor decir “rescatado”) también por
Calambur Editorial. Un poemario escrito sesenta años antes (su estreno editorial), censurado y silenciado por el régimen canalla del generalito, y que durante todo este tiempo ha mantenido una vigencia poética de primer orden. Apenas seis poemas de largo aliento que estremecen el alma del lector; apenas seis poemas herederos del mejor surrealismo y expresionismo, visionarios, plenos de imágenes y emociones tan intensas como éstas:

"Sí, a vosotros, que sois como el número tres, me dirijo. Quisiera poder deciros cómo aborrezco cada latido de vuestros corazones de perro con librea, porque no tenéis la sangre suficiente para dirigir una palabra hacia esa altura desnuda en la paloma; sin que se acobarde y se estire como una lengua babosa por las ensortijadas manos que os consume; porque carecéis de espíritu, porque habéis nacido como un número, como el número tres, débil y rastrero, sin voluntad de hombres, sin voz".





Ese tono airado, rabioso casi, y tan necesario siempre, que una poesía comprometida y ética -no panfletaria- nunca debe perder, que, es evidente, no ha perdido. Una poesía libre (¿pero acaso la poesía puede ser de otra manera, no es ése el fin y el origen de la palabra poética?), alejada de todo encastillamiento métrico y formal, y escasamente comprendida, cuando no rechazada de plano, incluso por sus afines en el momento de su publicación.

Poeta anárquico, torrencial -escribió cientos de cuadernos que agrupó bajo el nombre de Celdas, de donde salieron los poemas ahora premiados-, él gustaba de definir su poesía como “existencial”.

"Un poeta, amigos míos, es un hombre como vosotros / y como vosotros sueña en un mundo igual, / tierno como una legumbre en nuestras bocas".

Corro ahora mismo a hacerme con Cuadernos 2000-2009, de José María Millares Sall.

Coda: Dos años seguidos, el Nacional de Poesía recae en libros editados por Calambur. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.


martes, 5 de octubre de 2010

4 "me acuerdos" para Lali



Me acuerdo de Lali, una tarde ventosa de febrero, erguida como una diosa, como un mascarón de proa, frente al mar de Portugal.

Me acuerdo de que cuando conocí a la que hoy es mi mujer, pensé en el mar. Y de la faldita azul que subía por sus piernas como una ola traviesa.

Me acuerdo del rumor del Guadiana reflejándose en tus ojos con las primeras luces del día.

Me acuerdo de aquella luna, en el cielo de Extremadura, que salió una noche sólo para ti. Nunca he visto otra igual.



lunes, 4 de octubre de 2010

Un poema rescatado (V. A. Estellés)


De un tiempo a esta parte, y mal que me pese, estoy expurgando mi biblioteca. La maldita falta de espacio se cobra su cuota de dolor en el proceso de elección y abandono de los volúmenes que un día fueron adquiridos con toda ilusión. O recibidos de manos de amigos que pensaron en nosotros. Pero el tiempo, ay, hace su criba en gustos y lecturas y uno no tiene más remedio que desprenderse -como de ciertos amores adolescentes- de un -me cuesta escribir la palabra lastre- equipaje rozado por la vida.

Mientras ordeno y recoloco, mientras descarto o rescato -juez con remordimientos, cura y barbero quijotescos-, viene a mis manos un viejo volumen de la editorial Visor donde leí por primera vez a un poeta desconocido para mí hasta entonces: Vicent Andrés Estellés.
En el momento de hojearlo someramente antes del veredicto, cae de entre sus páginas un folio doblado en cuatro con un poema mecanografiado.
El que estuviera mecanografiado significa que en alguna lectura pública de mis poemas, se coló de rondón. Tengo la costumbre de leer poemas de otros escritores a modo de homenaje a quienes me precedieron, abriendo camino, en el territorio a veces inhóspito, pero siempre gozoso, de la poesía.

O sea, y ahora que lo pienso, el poema no se coló de rondón, como antes decía, sino a conciencia, con pleno derecho, con todos los honores.
El libro se salva.

Y mientras escribo esta nota se me viene a la mente otro poema suyo, una especie de obituario, donde habla de su propio entierro como algo festivo, motivo de júbilo en su pueblo.
Pero de ese ya hablaremos otro día.


Cuaderno de 1962

A veces también llegaba Neruda. Miraba a un lado y a otro con aquellos ojos de pescado debajo de su gorra se sentaba en el diván no puedes fiarte nunca me decía cogiéndome del brazo. Yo lo comprendía todo y lo disculpaba todo. Él se sacaba del bolsillo una primera edición de Quevedo y una segunda de fray Luis de León y se sacaba más papeles aún, por ejemplo, la partida bautismal de Jorge Manrique, unos originales ilícitos de Góngora a la muerte del conde de Villamediana, cosas todas absolutamente prohibidas entonces. En unos vasos aculados de un vidrio de a dedo bebíamos el vino negro mientras yo leía las turbias líneas amargamente lejanas. Cuando se había establecido un cierto ambiente de confianza, se quitaba un calcetín e improvisaba una oda elemental mientras el dedo gordo descalzo sobresalía indómito. Son cosas de la guerra, qué te he de decir, tú ya me entiendes y silencio.

Vicent Andrés Estellés