domingo, 5 de junio de 2011

Trenes (2)


El paisaje ante los ojos es como una piel tendida bajo la luz. La velocidad de la máquina locomotora hace desfilar ante las pupilas campos sembrados, alguna casa aislada y ruinosa temblando tras los cristales, rebaños de animales que pacen su rutina. Ya no recuerdo cuánto tiempo hace que comencé este viaje, ni por qué. Siendo esto grave, creo que todavía es mucho peor ignorar hacia dónde me dirijo. De lo único que estoy seguro es que cuando por fin me apee del último tren abordado, allí, bajo el descolorido letrero de la estación que lleve el nombre de cualquier ciudad, estarás tú.
Pero, ¿quién eres?


Cuando un tren se pone en marcha, la estación de la que parte ya no es la misma.

La muerte es un tren que espera la señal de partida y donde todos estamos con un pie en el estribo.
A ver, ¿quién es el jefe de estación?
¿Y dónde está el libro de reclamaciones?

1 comentario:

  1. Hay algo mágico en un tren en movimiento, tú lo has contado.
    Genial "reflexión".
    Hasta pronto.

    ResponderEliminar