jueves, 11 de julio de 2013

Magnolio, jardín y establo


Salgo a fumar a la terraza -una pequeña balaustrada de madera adornada con macetas de geranios- de la casona del pueblo de Asturias donde paro estos días huyendo del mundanal ruido y, entre la bruma de la mañana y el humo del primer cigarrillo del día, distingo en la fronda del magnolio que tengo enfrente una de sus flores abiertas. Parece una paloma que hubiera venido a posarse en el lugar propicio. Como si se recreara con la vista de la alfombra color tabaco de las hojas caídas a sus pies. El magnolio -señorial, majestuoso- da sombra a un limonero que a su vez casi descansa sus ramas cuajadas de fruto sobre un pozo. Uno de los limones desprendidos ha atinado a caer y mantenerse en un raro equilibrio sobre el brocal. Los demás mezclan el amarillo de su piel rugosa con el verde intenso del suelo. Unos metros más allá, donde acaba el jardín -madroños, petunias, acebos, un par de carrascos, una  joven y coqueta higuerilla enmarcado la entrada, un hermoso macizo de hortensias multicolores, un anciano nogal, un no menos venerable y orgulloso abeto, una hilera de manzanos...-, y oculto a la vista por la tapia de hiedra y roca, un hato de vacas lecheras descansa en un rústico establo de su constante ajetreo por los prados. 

En un silencio que hacía tiempo que no oía, entremezclados con el kikirekeo de los gallos, cantos de pájaros que no reconozco y el tañido de la campana eclesial, llegan hasta mí con toda claridad los mugidos con que se despiertan y el acre olor que desprenden las bostas recientes. Es un olor éste que siempre me ha gustado mucho; podría asegurar sin temor a mentir que con el de la hierba recién cortada o ese otro tan cálido de la tierra húmeda tras la lluvia, el aroma -dejadme decirlo así- de los establos es también una -otra- de mis magdalenas de Proust.

Acabo el cigarrillo. Vuelvo a la habitación. Tecleo estas líneas.

2 comentarios:

  1. Intimidad del instante, que cobra vuelo por el poder hacedor de la palabra.

    ¿El texto es actual? ¿Andas por Asturias? Si es así, felices vacaciones.

    Abrazo desde la "tierra del fuego".

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  2. Lo escribí ayer mismo, Antonio. Estoy en Asturias, pero hoy mismo -ay- nos volvemos.
    Y lo de "la tierra del fuego" ya lo discutimos otro día. Porque no veas "la caló" que estaba cayendo por las Méridas hace unos días, cuando salimos huyendo.

    Abrazo fresquito.

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